Días en las Seychelles

No he querido mezclar las fotos de la preboda, la boda y otras aquí en el blog, para intentar mantener una estructura lógica. Pongo aquí algunas fotos y comentarios para que vayan comprendiendo la experiencia y poder compartirla también con todo el mundo, para que imaginen mejor lo que aconteció en este fantástico viaje. hay mucho más, cientos de fotografías más, pero… tengo demasiado poco tiempo. No quería dejar pasar más sin compartir un poquito más de esa historia.

Estábamos Laura, José y yo preparando por la noche la boda del día siguiente. El porche de la casa frente al océano era acariciado por una suave brisa y yo leía en inglés el papel de la jueza ensayando cada uno sus partes (ponía acento seycheliano, jaja).

De pronto este pájaro aparece volando y se posa en unas bolas de adorno que estaban en medio de la mesa. Me dejó acariciarle y tras ver que tenía unas semillas pegadas a las plumas, entre José y yo se las quitamos. Luego lo dejé cuidadosamente sobre la misma bola, nos miró y bajó para irse de nuevo a la playa. Nos quedamos atónitos ante la naturaleza en esta isla. Como no hay depredadores, los animales confían en los humanos. Me temo que más de una vez se habrán llevado una desagradable sorpresa. Yo no confiaría en los humanos.

Esta es Rigoberta. Bueno, así le pusieron José y Laura cuando apareció en su casa. Para que se hagan una idea del tamaño luego habrá fotos, pero aproximadamente medía cerca de un metro de longitud. Yo la levanté (o lo intenté) apenas unos centímetros del suelo y calculo que pesaría unos 60 kilos. Es muy cariñosa, se deja acariciar y tocar, y hasta subir. Sacaba la cabeza para que la acariciaran, como luego verán en otras fotos. La mañana siguiente estaba en la puerta de mi casa, para darme los buenos días. Era curiosísimo seguir su rastro en la arena por toda la isla.

Esta era mi playa, la que había frente a mi casa. Playa privada digamos, jaja, porque no vi en ningún día a nadie. Está al otro lado de la isla, mirando al norte. Era para mí, mía, sólo mía y esta imagen la guardaré para siempre muy dentro de mí. Muestro las dos fotografías que compondrían la panorámica.

Esto son los rastros de los cangrejos en la arena.

Esta era mi casa. La número 9. No os la enseño por dentro porque me da cosa… era impresionante.

Aquí está José haciéndole fotos a Rigoberta con su Nikon. Pueden apreciar el tamaño de nuestra amiga.

¿Quién ha dicho que las lagartijas no toman café?

Los nombres de cada uno de los invitados estaban así preparados en la mesa de la cena para esa noche.

Así comenzaron a preparar la boda frente a la casa de Laura y José, que fue donde se celebró. El arco que luego llenarían de flores de la isla y un camino de cocos.

El regalo que Laura y José dieron a cada uno de los invitados fue un bote que contenía arena de la playa. Para que se llevaran un poquito del lugar donde se casaron. Una idea muy original.

Laura estaba muy guapa aquí, preparándolo todo.

Este era el cartel de la casa de ellos, la número 30, la suite nupcial, jaja.

Por la mañana, cada uno de los invitados halló este corazón colgado en su puerta. Puertas sin pestillos, abiertas todas en toda la isla. Algún día viviremos de nuevo así.

Este es Sanjai, uno de los trabajadores de la isla, de origen hindú, como la mayoría junto a etiópes y somalíes. Su dulzura era impresionante, siempre atento a cualquier cosa que pudiéramos necesitar, incluso antes de que nos diésemos cuenta de ello. Aparecía constantemente con sugerencias que ni siquiera se nos habían ocurrido.

Cuidaba todos los detalles, con un cariño y una pasión por su trabajo desmesurada. Le mando un abrazo enorme desde aquí tan lejos. Aquí iba de camino a casa de Laura y José para llevarles el desayuno el día de la boda. Yo lo intercepté en la selva y me fui con él.

Nicolás al final se convenció de que la tortuga no saldría corriendo con él encima, jaja. Debo anotar que esta no era de las más grandes. Abajo el detalle de cómo se dejaba acariciar por José Vicente.

José y Nicolás dándose el último baño.

Me despido con una fotografía que tomé cuando dábamos la vuelta a la isla. Parte de mí quedó allí y no tendré más remedio que regresar para buscarlo. Gracias a todos! Gracias a José y Laura! Gracias a su familia y a la gente de las Seychelles!

Reflexiones del viaje a las islas Seychelles

El aeropuerto de Mahe, la isla principal de las Seychelles, comienza a llenarse de los pasajeros que vamos a París esta noche. Estoy triste, porque debo despedirme de este paraíso, de estas islas tan oníricas y porque ha terminado la boda de Laura y José, una boda muy especial. Publicaré esto en los próximos días, pero no podía dejar de escribirlo in situ, (compartiendo alguna foto suelta) sintiendo la misma cálida brisa que me ha acariciado todos estos días, respirando un aire cargado de bucólica nostalgia y mirando aún algunas de las sonrisas que en estas islas te dedican todos sus habitantes. Hace unas horas aterricé aquí desde la isla Denis, el paraíso personal para mí. Una isla que pueden intentar imaginar recordando la diminuta ínsula de Tom Hanks en Náufrago, aunque más pequeña aún.

Traigo la maleta llena de caracolas, coral y arena en frascos (uno de ellos regalo de la pareja, para que siempre recordemos los que allí estuvimos que en esa playa se casaron). Es diferente escribir esto aquí, con esta perspectiva tan real de mi insignificancia en un pequeño planeta azul. Hoy en pleno océano índico, en unas horas en París, donde estuve la semana pasada, mañana en casa, en Granada, para pronto ir a República Dominicana, Cuba y acabar en Uruguay otra vez. Uno siente que es pequeño, una mota de polvo en brazos del viento, una minúscula esencia mecida por el destino que no debe pensarse de un lugar, sino pasajera de un vuelo eterno de libertad. El avión que ahora me lleve a casa, el octavo en esta semana, me dejará sólo donde tengo gente que me ama, pero mi casa, mi hogar sé ahora es todo el cosmos, allá donde esté será mi casa, mi paraíso.


Mi vuelo sale en dos horas y con mi única pequeña maleta y las cámaras al hombro busco un enchufe para compartir todo esto con vosotros. A petición masiva de quienes leen este blog le daré un toque mucho más personal a mis textos y estos serán mucho más presentes. Gracias por ello, es algo muy importante para mí. La implicación personal en mi trabajo es fundamental para lograr el mayor éxito, y esta boda es ejemplo de ello. No puedo separar mi trabajo y mi vida, porque mi vida es en gran parte mi trabajo y porque vivo mi trabajo plena y apasionadamente. Esto puede sonar cursi, pero… lo siento, es la realidad y quien me comprenda, por favor que sienta mis más sentido agradecimiento.

El Domingo estaba paseando por la T4 en Madrid, esperando el vuelo a Roma. Frente a la puerta J52 un hombre de unos 45 años cayó desplomado al suelo. Iba vestido como yo, con pantalón corto y chanclas, seguramente porque iba a algún lugar tropical, o quien sabe si iba a sentarse junto a mí en ese avión. Rápidamente acudieron los servicios médicos y el hombre no despertaba. Su corazón había dejado de latir, no respiraba. Podía ver la gente a mi alrededor, mirando, curiosos, incluso riendo. No podía creerlo.

En breve la seguridad y los médicos alejaron a todos y yo me aparté discretamente sentado en una cafetería. Desde allí traté de acompañarle. Durante media hora trataron de reanimarle y sus músculos sólo se movían tras las descargas eléctricas. Se fue sobre una camilla, pálido, aunque yo sé que realmente fue a otro lugar, otro más hermoso. La gente pasaba y miraba, como si fuera una función callejera, y fue muy triste. Ese hombre murió sin que a nadie le importara, porque todos estaban muy atareados en no perder su vuelo. Él voló más alto que todos los que allí estábamos, su vuelo era directo al cielo. Ese día, aprendí que la gente tiene demasiado miedo a la muerte, tanto que la desprecia, intentando apartarla de ellos. Cambia la vida cuando uno ve la muerte tan cerca, cuando no la repudia, cuando la acepta. Vivo pues, sabiendo, aceptando la muerte como una realidad, pero no algo malo, sino un hastaluego porque sólo se trata de tomar un avión a otro lugar. Es seguro que volveremos a vernos, aunque quien sabe en qué destino.

Siguen llegando más pasajeros al aeropuerto de Seychelles. Es jueves y regreso a España, ya que el sábado tengo otra magnífica boda, la de Carolina y Armando. Pese a la presión del tiempo que fluye incesante este viaje ha sido como me suponía, un antes y un después, un cambio interno profundo arraigado en lo más atávico de mi existencia humana. Puede sonar exagerado, extraño, pero un viaje que como este se suponía turístico y típico ha sido en realidad un encuentro, en muchos sentidos. He hallado una parte de mí mismo que desconocía, algo he encontrado en la soledad más inmensa de una isla perdida en la nada, en una noche estrellada como jamás puede imaginar ningún ser humano de los que supuestamente nos llamamos “civilizados” viviendo en mundos «civilizados».

Un encuentro con Laura y con José, dos personas más que magníficas, dos seres más que especiales que me permitieron el honor y la responsabilidad de venir aquí, tan lejos, para sentirnos tan cerca los unos de los otros. Un encuentro con su familia, ahora una familia más unida, también tocada por la extraña magia que nos envolvió de la nada en aquella diminuta isla perdida en un mar de ensueño.

Mi primer encuentro con millones de estrellas hace unos días jamás podré olvidarlo. Aún siento y sentiré mis pies hundiéndose en la arena, -una arena blanca y coralina-, caminando con la boca abierta y los ojos desorbitados. No olvidaré los siete pasos que di entregándome a la profundidad del cosmos, al abismo de un océano sembrado de estrellas palpitando.

Como decía José Vicente, el padre de José, tumbados en la playa a altas horas de la madrugada tras la fiesta; -todo ser humano debe tener esta experiencia, aquí o en cualquier lugar del mundo que permita contemplar el cielo así, sentirse uno tan solo y a la vez tan acompañado y unido a todo. Algunas personas de las que me leen pensarán que me pongo muy místico, pero yo les pregunto: ¿Hay acaso algo más trascendental e importante para nosotros que nuestra propia existencia, que nuestra felicidad, que el hallar respuestas a quienes somos? Vivo cada día como si supiera que moriré al siguiente. ¿Han pensado alguna vez así? Es algo maravilloso, le cambia a uno la forma de ver la vida, a los demás, relativiza todo y otorga el verdadero sentido de las cosas.

Compartir esto, hablar de esto, es ser realmente nosotros mismos, sin temores ni vergüenzas, sin miedos ni excusas, tal y como hacíamos Jorge, Isabel y yo en París la semana pasada, José Vicente y yo en una orilla estrellada de las Seychelles, como charlábamos Laura, José y yo, ya solos, sentados en la mesa donde habíamos celebrado la cena, junto al mar. Víctor, el padre de Laura, conversaba conmigo también acerca de la satisfacción de ver como los hijos de uno son felices y cómo uno descansa tras saber habido transmitir cómo ser feliz a los que tanto ama. Ahora que soy padre y mi hijo comienza a sus once años a comprender la vida, siento esa responsabilidad y parto de la premisa de que sé lo lograré.

Aunque cada día en este mundo parezca más difícil sobrevivir con este planteamiento, la realidad es que sé que está cambiando todo, que algo mágico está ocurriendo. Y el motivo principal es que si las cosas siguieran igual nos quedaría poco sobre este planeta porque íbamos inexcrutablemente hacia la destrucción total, como seres físicos y como seres espirituales.

Llegué a estas islas sinceramente pensando que no me sentiría cómodo por el calor, la humedad y mi ancestral odio al sol, la arena y la sal. Después de dos días en ciertos momentos no podía concebir otro forma de vida, otro lugar donde existir, otra manera de ser. El mar me abrazaba, la arena me hacía hueco en su forma para protegerme, el viento hablaba susurrando y las estrellas murmuraban que todo eso era real. Estar en un lugar tan diferente a lo cotidiano impresiona y cambia los conceptos, rompe los prejuicios y purifica el alma.

Un cangrejo ermitaño cabalga por la arena con una caracola sobre él, y cuando me ve, me teme y se esconde. Tímidamente atisba el exterior comprobando que mi atención sobre él es pasiva, y prosigue su camino a la selva. En esa selva, negra más que oscura, un coro de aves exóticas elevan una plegaria al cielo. Parece que repitieran a las estrellas que me convenza de una vez que el mundo, su mundo, mi mundo, es más mágico de lo que siempre creemos. Como ese cangrejo, siempre llevamos una coraza a cuestas, como esperando a cada instante un susto de la vida, para tener donde cobijarnos ante tanto miedo. Tememos todo, tememos el vacío, el infinito, la nada, la muerte. Tememos lo que no comprendemos, pero… sólo podemos comprenderlo cuando dejamos aparcados los miedos. Entonces, como una estrella fugaz en ese cielo con millones de estrellas, aparece la verdad, y llega la calma, la paz, la comprensión. No quiero esperar a caer fulminado esperando un avión en la T4, quiero mucho antes saber quien soy, y así poder elegir el vuelo que ese día desee tomar.

De viaje

Estaré desconectado del mundo una semana, ni siquiera tendré acceso a teléfono ni internet. Me voy lejos, muy lejos, pero no sólo físicamente, sino a un lejos que trasciende lo material. Tomaré cinco aviones,  y el último será de papel. La excusa es una maravillosa boda en las islas Seychelles (pronto conocerán todos los detalles y imágenes de eso), pero será algo más, un viaje en solitario a lo más profundo de mi yo. Es difícil explicarme, es complejo hablar de uno mismo cuando ni siquiera uno se comprende del todo. Trataré de explicarme, acerca de mí y de este viaje a la isla de Perdidos, ¿para qué? para perderme y encontrarme. Seré un Jacob, o quizás un Némesis, un Ulises, un Teseo o un ave Fénix que renazca, quien sabe.

Debo reconocer que me ha emocionado el que tanta gente compartiese conmigo que le gustaron las pequeñas palabras que escribí en el último post. Me ha pedido mucha gente que haga más eso, que lo fusione con las imágenes. Eso haré y os agradezco desde lo más profundo de mi corazón que haya sido así. Ahora podré ser más yo, sabiendo que obro correctamente, rompiendo las normas de que no debo juntar lo profesional y lo personal. Hace ya tiempo que supe que ese era el error, que hacer esa escisión era lo que producía que no funcionasen las cosas. Sólo sale adelante lo que se realiza desde el corazón y yo no puedo reprimir que así sucede tanto con las imágenes como con mis palabras, pues antes que fotógrafo fue la palabra el arma que esgrimía para sacar lo que llevo dentro, para vencer la soledad y sacar lo mejor de mí. Debemos saber que siempre, siempre guardamos lo mejor de nosotros mismos dentro, porque dentro escondemos lo más valioso. Y no debemos tener miedo, no es tan frágil, no es tan delicado, es en realidad lo más poderosos de nuestro ser, lo más grande… nuestra alma, nuestra esencia.

Muchos me dijeron que no hablase tanto, gente que me quería y otros que sólo estaban interesados en ver cómo fotografiaba y a los que sobraban mis textos impregnados de sentimiento real. Ahora sé que este es el camino, que hago las cosas bien y que no sólo no afectará a mi trabajo, a lo que me da de comer, sino que lo potenciará, lo fortalecerá y lo enriquecerá. Quien lea mis palabras y piense que estoy loco, que soy un débil de carácter o un soñador debería reflexionar una cosa que aprendí hace tiempo; a uno disgusta de los demás lo que sabe dentro de sí y debe cambiar, que cuando alguien hace algo que nos hace sentir incómodos, -cuando decimos: «este tipo me cae mal»-,  muchas veces debemos analizar si actuamos nosotros así algunas veces. Eso me ha ayudado a mejorarme, a ser más paciente, a aceptar a los demás. Descubrí que ver mis defectos en los demás era una buena herramienta, para conocerme, para medirme. De este modo, si la gente que atraigo a mí, mis futuros clientes me conocen mejor, mi trabajo será mejor también, en calidad técnica, artística y humana. Ya mágicamente las parejas que me contratan son especiales en su mayoría, pero a partir de ahora… será más aún.

No me avergüenza en absoluto hablar de temas que muchos piensan tabú o de los que no hablan porque se sienten incómodos. Precisamente hablándolos uno se aclara, uno conoce la verdad y aprende que el miedo a plantearte las cosas no es más que sentir el frío de la duda cuando en realidad conocemos las respuestas. También he aprendido que hablar de lo esencial ayuda a mucha gente, porque no se sienten locos, porque no se sienten perdiendo el tiempo hablando sobre el tiempo. El mundo está cambiando. Y lo hace porque yo mismo he decidido que mi mundo cambie. Si cambio primero mi alrededor, lo que el mundo es desde mi perspectiva, lo que alcanzo a modificar con mis manos… todo cambiará. Es tiempo de cambio, está sucediendo… sencillamente porque no quiero vivir en un mundo que siga así. Eso hemos decidido muchos, y por ello es realidad. Creamos la realidad, cambiamos la realidad, somos la realidad. Se acercan tiempos extraños, para muchos desconcertantes, pero precisamente por eso hay que hablar claro, hay que no tener miedo, hay que abrirse. Debemos iniciar el lenguaje de un nuevo mundo, el idioma de una nueva realidad, la de la esencia, la de la verdad, la del amor.

Los cambios que están aconteciendo son buenos y han sido reclamados desde hace mucho. El vértigo ocasiona incomprensión, pero hablar de forma franca serena esos miedos. Por eso actúo así. Quizás muchos no lo entiendan, pero dentro de poco sí lo harán, pues pasarán cosas maravillosas. Algunos no las comprenderán, los que temen, los que el miedo les aprisiona el alma, les ciega los ojos verdaderos, los del corazón. Es el momento de unirse, no de distanciarse. Es el momento de la verdad, no de las justificaciones ni de las mentiras, de los velos y las medias verdades. Es el momento de ser nosotros mismos, sin miedo alguno a lo que piensen los demás. Es el momento en que los que parecían locos tienen la razón y los que razonaban demasiado enloquecen. Si has leído hasta aquí es porque sabes de esta verdad en tu corazón o porque tienes la curiosidad de ver cuánta locura más soy capaz de decir. Cada párrafo que desciendes con eso en mente más justificas tu verdad aseverando que perdí el juicio, pero más difícil será reconocer que tú mismo anhelas derribar todos los muros que te impiden gritar que sólo deseas paz, la paz más inmensa, la de conocerte.

Hace años un texto como este podría saturar a la gente, incluso hacerles explotar la cabeza. Ahora estamos preparados, ahora el mundo ha cambiado. Los que me conocen saben que en realidad estoy siendo «light» y que todo lo que hay detrás, la verdad es maravillosa y tremendamente explosiva.

Hace tiempo que supe que la vida es mágica y mucho más interesante de lo que la mayoría presupone. Sé que no existen las casualidades, sino las causalidades, y que nosotros, a un nivel consciente o inconsciente manejamos el timón de nuestra existencia. A veces sentimos demasiada responsabilidad, porque olvidamos quienes somos, y relegamos ese papel al destino, al azar o a un ser todopoderoso externo. Ese dios somos nosotros mismos, porque ese dios lo es todo. Para mí, después de una búsqueda que duró eones la verdad la hallé dentro de mí, porque es ahí donde como digo guardamos lo que más valoramos, lo que más tememos perder… nosotros mismos en esencia. Dios es el amor, el amor como el magnetismo que nos une a todo, que nos fusiona a la vida, a lo que tenemos cerca, a lo que somos. Uno tiene algo cerca un tiempo y comienza a amarlo, a uno le regalan algo y aunque no tenga valor con el tiempo esa cosa es nuestra y por lo tanto la amamos o amamos la emoción que nos provoca. Amamos por escuchar una canción que nos evoca algo, alguien… Amamos un perfume que nos traslada una presencia, amamos una piedra porque nos la regaló alguien que nos importa. En realidad sólo buscamos excusas para amar, una y otra vez, porque todo es amor, porque somos amor puro en esencia. Y si amamos roca, perfume y melodía, si amamos casa, país y persona, si amamos cuerpo, planeta y vida, ¿por qué no nos aceptamos como amor que anda descarriado, confundido en un mundo material que sólo es espejo de nuestra propia búsqueda?

Viajamos, por el espacio y el tiempo, buscando, buscándonos a nosotros mismos. Y cuando creemos que hemos hallado una respuesta descubrimos que amamos seguir la verdad, una verdad infinita, ya que nosotros mismos somos infinitos. Es complicado de explicar, pero sencillo de sentir. Cierra los ojos, detén los oídos, escúchate. A algunas personas este texto les parecerá gracioso, a otras real. Escribo para estas últimas pero con la esperanza de que las primeras rompan el caparazón ya que no tienen mucho tiempo. Estamos aquí para disfrutar, porque la vida es una aventura, un viaje alucinante lleno de misterio. Estamos para desvelar los misterios, para vivir y no para sobrevivir. Se me llenan los ojos de lágrimas de ver tanta gente sobreviviendo, comprobando cómo les pasa la vida fugas, sin darse cuenta, sin sentirla, como autómatas. Si algo puedo hacer para cambiar las cosas, una palabra, un gesto, una mirada… aquí estoy. Si soy útil habré cumplido el propósito secundario de esta vida; el primero es ser realmente yo mismo.

Me voy de viaje, estoy de viaje, viajamos. Pero no todos los que hay en este avión están lúcidos, ni tienen los ojos abiertos. Muchos duermen o están drogados. Adormecidos con tanta droga en vena, una televisión que estupidiza, unos medios de prensa que engañan, una comunidad que deambula como zombies. Es hora de despertar, de salir de la Matrix, de alejarnos del Nexus, quebrar el sueño de la razón. El corazón no tiene fronteras, el corazón no razona, no piensa… sólo siente. Sintamos pues, y sólo así seamos nosotros mismos. Cerremos los ojos, miremos con el corazón. El principito que cada uno de nosotros llevamos dentro se despereza, dispuesto a atarse a la primera estrella fugaz, a seguir la primera bandada de pájaros. Démosle libertad al soñador que somos, porque los sueños son a veces más reales que la realidad y esta realidad es más una ensoñación, como muchos comienzan a descubrir.

Cuando regrese de ese viaje este compromiso de abrirme más aún será firme. Sin miedos, sin vergüenza al qué dirán. Aquí está dicho, para todos, como un diario de a bordo leído en público, como un deseo dicho en voz alta. Sólo así se cumplen los sueños, cuando nos comprometemos a que sean reales, cuando SABEMOS que son reales, cuando hemos decidido que son LA REALIDAD. Buen viaje a todos y abróchense los cinturones, que el vuelo tendrá turbulencias. Sean todo lo felices que su libertad les permita.

  • Boda de Estefanía & Cristian

    Málaga, España

  • Boda de Vania & Erick

    Cancún, México

  • Boda de Laura & José

    Denis Island, Seychelles

  • Boda de María José & Antonio

    Almería, España

  • Preboda de José & Annina

    Granada, España

  • Boda de Ana & Juanjo

    Granada, España

  • Boda de Paloma & Leo

    Málaga , España

  • Boda de Tamara & Javi

    Granada, España

  • Preboda de Marian & Jesús

    Granada, España

  • Boda de Annina & José

    Ronda, España

  • Boda de Lucía & Pablo

    Montevideo, Uruguay

  • Boda de Annette & Gerard

    Barcelona, España