Otra película que siempre he llevado en el alma ha sido Dersú Uzalá, una de las obras maestras de Akiro Kurosawa. Desde hace décadas que vi esta película por primera vez me cautivó y me sentí completamente identificado, a veces con Dersú, a veces con el capitán. Una danza excelsa de la mente moderna y la que está en armonía con la naturaleza. De pequeño siempre estaba en el bosque. Cuando mis padres venían a donde ahora yo vivo me perdía por las mañanas y a veces no regresaba más que para comer o cuando era noche cerrada. En los bosques quedaba en silencio, abrazaba árboles y comulgaba con pájaros y pequeños animales. Por eso he vuelto aquí, para que mi hijo se críe aquí también, aunque, le va más pescar y hacer el loco con la bicicleta, jaja.

Cuando vi esta película algo en lo más remoto de mi alma se sintió identificado, como si recordara atávicos momentos de vidas pasadas en una taiga lejana, un desierto o un bosque infinito. Sea como fuere, mi corazón quedó prendado de Dersú y su sabiduría, de su amor por la naturaleza. Su filosofía animista consiste en respetar y entender todos los elementos de la naturaleza como portadores de alma. Eso es lo que yo siento y esa es en sí para entendernos mi creencia, mi fe, mi certeza. Siento un espíritu creador que todo lo es, en el viento que susurra, el fuego que crepita, el agua que danza. Todo es, todo soy yo, yo soy todo. Es complicado de explicar pero sencillo de sentir. Así vivo, así siento, así soy. Aunque a veces esta selva de asfalto es más salvaje que la taiga de Dersú y no quiero morir de hastío y tristeza anhelando regresar a la dura armonía de la naturaleza.

Os dejo con algunas de mis escenas favoritas, aunque toda la película enamora. Por favor, veanla los que no la conocen.