No me despido de ti querida Bel porque sé que no te has marchado. Si lo hiciera sé que serías tú la primera en regañarme, en enfadarte cariñosamente conmigo. Hace muchos años nos encontramos, o mejor dicho, nos reencontramos. Tú tenías quizás más claro que yo de dónde, de cuándo, aunque sabíamos ambos que no era cuestión ni de tiempo ni de espacio.
Hemos sido los locos, y no ha habido distancia que nos separe. Podíamos permanecer en silencio mucho tiempo, pero sabíamos que estábamos ahí, sin prisas, acostumbrados a las largas distancias.
Todos estos años has estado luchando, contra un cuerpo que se marchitaba de forma precipitada. Tus músculos se agarrotaban inmovilizándote, pero eso no impedía que tu alma volase. Y eso hiciste, aprender a volar, en la oscuridad de tus ataduras. Desplegaste tus alas doradas y hallaste el equilibrio de los giros en el viento; aprendiste a hacer piruetas entre las ramas de los árboles y a acariciar sus copas con las manos.
Besaste con tus labios el agua de los ríos y los mares. Te sentí una palabra de amor en mi oído la noche que partiste, una despedida suave y delicada, como tu vuelo, como tú. Ahora te tendré que buscar yo de nuevo o quizás a ti te sea más sencillo. Otra vez reunirnos aquellos que viajamos de lejos, en esta aventura que nadie comprende, ser de nuevo los locos que tienden a encontrarse.
Me da igual que otros no lo comprendan, tú sí, y los que amo lo sienten vibrar en sus corazones. Viniste de lejos, como yo, como tantos, y no te has ido, sigues aquí, sólo que cambias de nuevo de cuerpo, porque tú eres así. Te gusta jugar, hacer guiños a la vida. Vas y vienes, jugueteando con el aire, con el tiempo. Lo hemos hecho muchas veces, nos es familiar. Por eso no tenemos esos miedos que muchos arrastran y cargan; en ese sentido somos libres.
Gracias, por muchas cosas y quizás la más importante es cómo me diste tú alas, con tus palabras, con tus ánimos. Alas a que compartiera como soy, quien soy, a que abriera mi corazón. Tantas veces me lo dijiste en estos años, muchos años. Seguramente sin ti no sería el mismo, habría enmudecido hace mucho, pausado la luz que de mí compartiera con los demás. Ahora me das más fuerza, para compartir con todos que la vida es mágica, que va más allá de las fronteras de lo físico, de lo tangible, de lo razonable.
Tantas veces hablamos de lo que otros no creen posible, de lo que no imaginan real. De eso que es tan real para nosotros, tan del día a día. Mágica tu mirada, la luz que de tu ser brota. Brota, brota y brota, ahora con otros ojos más profundos, los que no se cierran nunca, los que permanecen velando y protegiendo.
No me entristece tu partida, me alegra, me hace feliz. Te has liberado de tu cuerpo, del que eras prisionera para aprender más cosas. Tú misma me decías que elegiste ese camino, ese duro camino, para aprender más rápido, para amar más intensamente. Te admiro, siempre, por tu valentía, por tu fuerza, por tu entereza. Te siento, cerca, más cerca que nunca, libre, más libre que nunca. Por eso sé bien que no puedo decirte adiós, sino solamente hasta luego.