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Cuando tengo los ojos cansados, el corazón triste y las alas agotadas de tanto batirlas emigro hacia el sur. Al abrigo de un sol cálido busco refugio dentro de mí, muy al sur, al sur del sur. Despliego las alas y me lanzo al vacío, porque ya no hay más miedo, sólo puede albergarse la esperanza de que no se toque más fondo, de que amaine la tormenta.

Hacía mucho tiempo que nada me dañaba tanto. Corrijo, hacía mucho tiempo que no me permitía que nada me dañara tanto. Bajé mis defensas, confiado, ingenuo, pensando que la gente era buena, que este mundo estaba realmente cambiando. Me equivoqué. Los cambios son internos y para que el mundo cambie por fuera primero ha de cambiar por dentro. Yo mismo supongo he provocado esto, para aprender una lección, la de la ingenuidad.

El dolor que he sentido es en esencia solo eso, dolor; no es odio, no es rencor. Es dolor porque estaba seguro de que el ser humano por naturaleza actuaría de forma hermosa y nunca tan dañina. No al menos gente cercana, gente en la que confías, la que te abraza, te besa, la que te ha pedido favores y a la que has dado todo lo que podías dar. Sí, soy un ingenuo; por lo visto todos sabían que este gremio de la fotografía era así, todos menos yo que no quería creerlo.

Hay una bella frase que aprendí de mis hermanos musulmanes en mis viajes; trata de hacerle fácil el camino a los demás, la vida ya es suficientemente complicada. Siempre he tratado de hacer eso, con todo mi corazón, pero mi pecado, mi error fue que el impulso por abrir mi ser a los demás te hace vulnerable, te hace sensible y proclive a que tu intención se contemple de forma equivocada. Debo aceptarlo, porque cada uno tiene sus circunstancias y ve las cosas de forma diferente. Uno puede hacer las cosas con la más noble voluntad, pero quizás aún así dañes a quienes tienen otra realidad y tus actos son tomados como amenazas, aunque surgieran de ti con la más sincera nobleza.

Ahora estoy en la disyuntiva de si cerrar mi corazón, si blindarlo al mundo o abrirlo más aún. Es un extraño equilibrio, un vuelo peligroso azotado por vientos cambiantes y amenazadores. Sea como fuere no puedo dejar de ser yo mismo, y soy así, tal y como me expongo, tal y como lees. Algunos me han acusado de que todo esto era falso, que era una imagen, una forma de venderme, marketing. No voy a juzgar a los demás y sus motivos de pensar así, pero es obvio su error, pues me sería más complicado ser ese farsante que sencillamente yo mismo.

Soy este, nadie más, porque me es imposible ser otro. Cada palabra, cada fotografía, cada instante. Todo conforma lo que soy y lo debo aceptar, con mis errores y mis aciertos, con los que me quieren y los que me odian. No puedo dejar de ser quien soy, lo siento, no puedo no escribir estas líneas, ni dejar de compartir lo que siento, veo, amo y soy; en palabras, en imágenes, en miradas y alientos. Este soy yo.