<a href="http://www.youtube.com/watch?v=T-hWSjjZ4hY?hl=en"><img src="https://www.franrusso.com/libros/wp-content/themes/bokehpro2/img/FFFFFF-0.png" data-original="https://www.franrusso.com/libros/wp-content/plugins/images/play-tub.png" style="background-image:url(https://www.franrusso.com/libros/wp-content/themes/bokehpro2/img/preloader.gif);background-position:center;background-repeat:no-repeat;" alt="Play" style="border:0px;" /></a>

No quiero ser un ave encerrada en una jaula, aunque esa misma jaula me la haya construido yo. No quiero que cada justificación mía sea un barrote de mi celda, un ladrillo de mi cárcel. Deseo ser libre y la libertad es un vuelo donde estás a merced de muchos peligros.

Nunca sabrás apreciar la libertad del vuelo si no has desplegado las alas, si no has sentido el viento en tu rostro y el suelo a cientos de metros, diminuto el mundo a tus pies. Merece la pena volar, ser libre, aunque a veces caigas. No se debe tener miedo, aunque te estrelles, porque siempre regresas.

Por eso volaré, aunque esta vez no como un gorrión, sino sabedor pleno de mi vuelo y controlando cada batir de alas. Quizás como un águila poderosa, con la velocidad del viento y fuerza en mis garras para aferrarme a la realidad. Ya he permanecido muchas vidas agazapado, acurrucado en silencio, como un pajarito asustado. Pasando desapercibido, sin que nadie sepa de mi existencia, sin hacer ruido, pero siempre por miedo. Miedo disfrazado de humildad, pero miedo al fin y al cabo.

Porque desde el silencio hermoso de mi escondite siempre deseé compartir esa felicidad; y compartirla es gritarla, es volar, es abrir el corazón, es… poder ser atacado porque otro no piense igual o sencillamente porque no le gusta tu actitud, tu libertad. Miedo, siempre miedo. Miedo a llamar la atención porque a quien llama la atención siempre le disparan, le dan caza o se enfrenta a mil peligros.

He vivido también existencias internas, de camino profundo en mí mismo, alcanzando mundos fascinantes que van más allá de esta realidad. Pero siempre regreso, y hay una razón. La razón consiste en que existe un aprendizaje pendiente. Hay algo que debe de aprenderse sólo en esta realidad, no en otro mundo, sino en este, pues está diseñado para ello.

Esa lección consiste en ser uno mismo, en no avergonzarte de nada de lo que profundamente eres, pase lo que pase, piensen lo que piensen. Por eso los ataques, por eso el ser incomprendido, por eso es duro el camino; como prueba, como algo a superar y por lo tanto algo positivo que debe entenderse como parte del camino. Algo que más adelante recordaremos con dulzura, aunque ahora nos escueza las heridas.

Pero las veces que me he atrevido a decir lo que pensaba, a compartir, a abrir mi corazón han sido las vidas más hermosas. Puede que también hayan sido las más duras, pero crecí mucho más como persona, espiritualmente, que las que por cobardía me ocultaba a los ojos de los demás o asentía según lo que ellos me dijesen debía pensar.

Quedar agazapado en un rincón, para no levantar envidias, para que nadie sepa lo que piensas y así que nadie opine contrario a ti. Eso ya lo he probado, y no me gusta. Sí, puede ser pacífico, calmado y quieto, pero te mueres de hastío y mueres igual que naciste, sin evolucionar, y para eso venimos, para crecer. Además… ¿tengo algo de que avergonzarme? ¿Acaso no puedo dar mi libre opinión? Nadie ha dicho que diga verdades absolutas, solo mi profunda y sincera opinión.

¿Loco? Que me llamen loco. Amo la locura entonces, rechazo la cordura que me ata. Sólo los locos se lanzan al vacío, se enfrentan a lo desconocido porque la sensatez jamas te dejará despegar.

El ser humano es más que todo esto. Más que ganar dinero y malvivir día a día, no solo sobrevivir. El ser humano es estar aquí por una razón, es venir para aprender algo, para cumplir una misión. Podría estar yo muy cómodo en mi vida, sin que apenas nadie más que los justos supieran algo de mí. Estar aislado, escondido, pasar desapercibido, como tantos. Pero no, prefiero la posibilidad de ser atacado, incluso de ser abatido, pero hacerlo volando. Pagar ese precio pero hacerlo por haber abierto mi corazón.

Cuando yo me vaya de aquí me iré con las manos llenas. Tendré la conciencia tranquila porque hice todo lo que tuve que hacer. No negué mi ayuda cuando supe que podía darla, ni siquiera aunque no me la hubieran pedido. Y si a una sola persona le era útil compartir mi mundo, mi corazón, ya mereció la pena toda una vida de insultos.

Cuando me marche, nadie podrá decir que no lo intenté, que no luché, que me escondí o que no hice todo lo que estaba en mi mano. Nadie podrá decir que me fue más cómodo vivir pacíficamente escondido de los demás relacionándome solo con los justos y estrictamente necesarios para sobrevivir.

Nadie podrá decir que no volé, que mi vuelo fue libre y que amé volar más que a nada en el mundo. Nadie podrá decir que me obligaron a hacer lo que los demás querían, a ser el que los demás querían que fuera. Nadie… porque… Fui yo mismo.

Muchas gracias, amigo, por tu sinceridad y tu valentía. Un abrazo enorme!

Fran

Parte final de una carta a un amigo en la que tratamos el tema de si merece la pena luchar a contracorriente.