Mi vida no es perfecta. Ni deseo que lo sea. El hecho de la perfección es para mí como una meta, una utopía. Y es utopía porque sé que nunca lograré esa perfección y que la uso para caminar, para mejorarme, pero siempre sin obsesionarme.
Porque para mí no son sinónimos el tener la vida perfecta con el ser feliz. Busco la perfección, pero no la felicidad plena. Ya soy plenamente feliz, porque la felicidad es un estado de conciencia, una actitud.
Tengo muchas cosas que mejorar, muchos matices importantes de mi carácter, mi forma de ser, mi forma de pensar, de relacionarme. Tengo mucho que aprender y soy consciente de ello, así como de que para eso estoy aquí. Si parto de la premisa de que nunca lo sabré todo, de que nunca llegaré a esa perfección desaparecen todas las ansias, las prisas, los miedos y los condicionantes.
Eso sí, aprendí hace mucho que compartiendo aprendía más. Cuanto mayor es mi compromiso en exteriorizar mi proceso, en caminar de la mano de otros… más aprendo. Es como cuando éramos niños. Aprendías mejor la lección cuando tenías que explicársela a otro amigo que no la comprendía. Tu urgencia por compartir te hacía asimilar más veloz e intensamente lo que tienes que explicar.
Eso hago aquí, y lo vengo haciendo de una forma u otra desde hace más de quince años. Lo tenía bastante dejado, casi relegado a contactos personales. Ahora decidí regresar a internet, que fue donde comencé. Mucho antes de ser fotógrafo ya escribía para miles de personas y discutíamos sobre estos temas con pasión y cariño. Aprendí mucho entonces y conocí almas maravillosas a todo lo ancho del planeta. O mejor dicho, las «reconocí».
Ahora se lo debo. Se lo debo a internet. Justo en el momento en que pensaba que más demonizada estaba esta herramienta. Medité profundamente si el problema era la red o era yo. Obviamente era yo. Por eso usaré paulatinamente este perfil más para compartir mi persona.
Mis fotografías forman parte de ese compartir, es un lenguaje más. Pero hay muchos. Dejaré un poco de lado los debates fotográficos donde nadie se pone de acuerdo y donde la libertad debe ser absoluta para entrar en debates espirituales donde nos pondremos menos de acuerdo pero donde seguro a todos nos vibrará algo por dentro.
Me lo ha pedido mucha gente, y cada vez que doy un paso se hace más necesario, más intenso. La magia vuelve a brotar y todo lo que supuestamente tiene lógica deja de tenerla. Por ejemplo, cuando más veces he repetido que me borren del facebook y no sigan mi blog los que tanto se ofenden con mi forma de ser más personas han aumentado (vamos por unos 7 mil en facebook y mil personas diarias visitando este blog con picos de tres y cinco mil). En vez de borrarse la gente, parece que se apunta, y según me cuentan muchos, alentados por otros a los que les parece cada vez más «interesante» lo que comparto aquí.
Así que eso haré. Es mi compromiso, lo tomé hace mucho tiempo, mucho pero que mucho tiempo. Y en este momento tan importante, es más necesario que nunca. Me equivocaré muchas veces más, pero me equivocaré con ustedes, a su lado. Juntos caminamos el camino, y juntos lo terminaremos. Mi vida no es perfecta, pero de la mano de los que amo se hace ilusoriamente perfecta. O al menos mi corazón late como si lo fuera.
Un paso tras otro se hace el camino. Y a lo lejos esa perfección, ese modelo de quien deseo ser que no es más que quien en realidad soy. Un yo caminando hacia el otro yo, redescubriéndome y desenterrando el universo al completo en el viaje. Hermoso y bello viaje. Gracias por estar en este barco conmigo.
Fotos: Muchos me habéis pedido la serie completa. Publiqué hace tiempo alguna de este momento pero incluso me preguntásteis dónde estaba. Fue en la isla Denis, en las islas Seychelles hace casi dos años, en el segundo viaje cuando me contrataron para hacer un reportaje de la isla (es una isla perdida, un paraíso). Hay muchas fotos que no publiqué, disparé como 50 mil y me quedé con unas diez mil que entregué. Por eso aquí hay muchas que no puse antes. Ah, en ese momento estaba probando las Canon 5d mark2, poco después regresé a Nikon. 24, 35 y 85 f1,4.
Me subí al faro, de unos 50m de altura. En la foto parece más pequeño por el angular pero luego se puede ver la altura por la perspectiva. Estaba abandonado y se rompían los escalones de hierro oxidados por el mar y el aire. Casi me caigo en un momento, porque estaba más pendiente de las cámaras que de mis pies.
Una vez estuve arriba vi que estos pájaros me seguían. No son gaviotas, sino una especie de Charrán típico de esas islas. Como veis son muy curiosos. Uno negro se posó en el otro viaje cuando fui a hacer la boda (por ahí hay fotos). Charlábamos la pareja y yo al aire libre en el porche de su cabaña sobre el día de la boda cuando uno aterrizó en medio de nosotros, sobre la mesa.
Lo hizo como si fuera algo cotidiano y le faltó decir «buenas noches», o «good night». Lo más asombroso es que comprobé que tenía una especie de pinchos que se le habían pegado en las plumas al tocar alguna planta. Me dejó que se los quitase y salió volando. No dijo «gracias», ni «thank you», ni hacía falta, pero yo supe que estaba agradecido.
