Mamá, hace hoy exactamente quince años que te marchaste y quería escribirte esta carta para contarte que todo va bien aunque te extraño mucho. Quiero hacerlo de una manera especial, porque aunque muchas veces te escribo en silencio ahora quiero que esta misiva llegue lejos, como guardada en una botella que arrojo al océano.
Aunque no te lo creas pienso que hacerla pública es una manera de lanzarla a ese océano y asegurarme de que te llegue, allá donde estés. No tengo nada que esconder, y menos aún mi gratitud y mi amor por ti; mi pasión por la vida, por mi vida y la de todos los seres de esta creación.
Quiero que sepas que sigo esperando constantemente saber de ti y que esas apariciones que haces en mi vida siempre me son para bien. Ya sabes bien que he asumido con naturalidad todo lo que muchos aún ahora rechazan sobre la vida y la muerte. De alguna manera sé que esperas que esté preparado para algunos pasos más, sabe que lo estoy y esta carta es la prueba de ello.
Esta noche se durmió mi pequeña en mis brazos. Está con tos y le cuesta dormirse. En sus ojos te veo y sé que velas por ella. Quiero agradecértelo una vez más. Mi hijo también es una bella persona que crece rápido y, aunque tiene sus cosas, es mucho más despierto que yo a su edad. Estoy muy orgulloso de él. Todo lo que hagan mis hijos en la vida me llenará de orgullo y siempre estaré satisfecho de ellos, como lo estuviste tú de mí, incluso cuando no veía la luz.
Ayer en casa de Papá leía una carta que me enviaste, de justo cuando yo pasaba un momento muy oscuro. Tus palabras se me antojaban presentes, tan presentes. Después de eso ya sabes que pasé por muchos agujeros más, sobre todo tu partida, pero que todos ellos me sirvieron para mejorar, para aprender, para hacerme más fuerte, más ágil y mejor persona.
Tú me enseñaste a vivir y me enseñaste a morir. Me mostraste la intrínseca unión que tiene la vida y la muerte, su esencia circular. Hoy también me llovieron muchas imágenes y recuerdos de quien fui en otras ocasiones, rememorando cómo soy el fruto de todas esas experiencias y todas esas batallas.
Es curioso que ahora mismo esta carta que te escribo la lean miles de personas, tal y como tú dijiste que pasaría. Lo gracioso es que no sea en libros, como pensabas, sino de otras formas más sutiles y que en realidad llegan más lejos, más profundo y más intenso que muchos libros. Y eso formaba parte de otra historia, ahora era el momento de hacer algo diferente.
Me hace sonreír saber que no te equivocaste. Que siempre supiste que llegaría lejos, incluso cuando te marchaste en el peor momento mío, cuando era más vulnerable y nadie apostaba nada por mí. Creo que justamente la lección de tu marcha fue lo que me dio más fuerza. Como si necesitara demostrarte que no te equivocabas y que yo debía creer más en mí que nadie más; como tantas veces me recordaste.
Es hermoso que ahora hago eso con miles de personas. Trato justamente de hacer eso, mostrarles que pueden lograr lo que se propongan, que solo ellos tienen la última palabra y que se lo merecen. Sé que lo hice muchas veces, en diferentes formas, y siento que ahora es un momento trascendental, muy importante. Trato de adaptarme a los tiempos, a las circunstancias.
Como ya sabes soy muy feliz y opté por transitar el camino del amor en vez del de la tristeza. Decreté que no quería más tragedias y que aprendería del amor puro. Y desde entonces todo ha sido hermoso. Tormentas y soles, como siempre, y algún momento en que se extrañaban las estrellas, pero siempre amando lo que tenía delante, sea un cielo azul o un rayo entre los nubarrones.
Como sabes, amo a una mujer que me ama, que no es lo mismo pero es igual. Vivo en el lugar donde un día decidí que siempre viviría, donde en mi infancia pasaba las vacaciones. Ya sabes que decreté que viviría siempre de vacaciones, que no dejaría lo mejor de mi vida para el final. Eso me lo enseñaste tú. A vivir el día a día, con toda la fuerza. A no postergar mi felicidad para un futuro hipotético lejano, vivir el hoy, sin importar el ayer ni el mañana. Y cuando justamente aprendí a vivir el presente, a hacer las cosas con el corazón, a vivir bajo las reglas del amor… justamente entonces no me falta de nada. El de arriba provee siempre, como a los pájaros. Soy ese pájaro que vuela libre.
Ays, Mamá, qué rabia me da que te marcharas justo en mi peor momento, cuando más tonto era, cuando menos pude mostrarte que el fruto de tu amor y de tu entrega era un hijo que pudiera llegar lejos y ayudar a los demás. Siempre creíste en mí. Bueno, lo sé, sé que me ves, sé que has sido testigo de primera mano de todos mis logros y que estás orgullosa de mí. Pero… tú me comprendes, me gustaría tanto oír tu voz, sentir tu abrazo, contemplar tu mirada de orgullo.
Quiero contarte algo curioso. Ese niño tímido que conocías, el que se avergonzaba de cómo era y de quién era. El que no se valoraba y necesitaba que los demás le motivaran… ese… ahora motiva a los demás. Incluso podría decirse que controlé mi ego, jajaja, porque incluso se sobrepasó, jaja.
Ya viste en tu lejanía esa etapa, cuando tanta gente aplaudía todo lo que hacía, cuando tantos estaban pendientes de cada canción, de cada escrito. Bueno, ahora pasa algo parecido, jaja. ¿Quién iba a decir que cuando traté de hacerme fotógrafo de boda iba a seguirme más gente? jajaja! Un fotógrafo de boda!!! jajaja! Algunos dicen que tengo mucho ego, jaja. Si supieran todas las cosas que viví. Si supieran que abandoné todo por tratar de pasar “desapercibido”, jaja. Lo que no entienden es que me da absolutamente igual mostrarme tal y como soy.
Pero bueno, supongo que es cosa del karma, jaja. Son ciclos, círculos. Si no cierras bien esos círculos siempre se repiten. Y ahí ando, luchando con eso, tratando de conocerme mejor y de hacerlo a través de los ojos de los demás. He cumplido el sueño de viajar y es sorprendente que justamente lo haga con un trabajo, un trabajo que amo y que no podría denominar trabajo.
Hace tiempo que sobrepasé la etapa en que me avergonzaba lo que hacía o dudaba si era el camino correcto. Supe con certeza que actuaba de corazón y que el regalo que daba a muchos era tan verdadero que dejó de importar lo que pensaran los demás. Sí he sido y soy muy combativo, jeje, muy cabezota, como tú. Y no me puedo callar ni debajo de agua, jaja. Si me atacan salto, aunque sepa que es un acto inútil y aveces hasta nimio.
He aprendido mucho, sobre todo de esos de los que me advertiste. De esos que me tratarían de decir que no podría cumplir mis sueños. De esos que me atacarían tratando de hundirme. En ellos veo tus ojos, incluso en los más malvados. Siento tu dulce lección de amor en su combate. Siento que en realidad me muestran lo peor de mí, a conocerme mejor, a cerciorarme de si estoy actuando de corazón. Siento tu presencia en ellos y no puedo odiarlos, más bien agradecerles que me ayuden a ser mejor persona y a saberme en mi camino.
También te veo en esos que surgen como espejos de mí mismo. En los que me muestran mis errores. Cuando alguien me cae mal trato de analizar qué me repudia de esa persona y casi siempre hallo vestigios de algo que yo soy. En ese amor que muto el odio te hallo presente, como cuando me regañabas o me decías lo que yo no quería escuchar.
Ahora que soy padre entiendo cuán duro es este rol, pero cuán hermoso a la vez. Gracias Mamá por tanto amor que me diste, en vida y más allá. Gracias por seguir a mi lado ahora y velar por mí y los míos. Gracias por sacrificarte por mí y convertirte en el ángel que nunca me deja solo.
Te prometo que un día haré lo mismo, siguiendo tu camino. Seré el ángel de todos los que pueda cobijar bajo mis alas. Seré la luz de todos los que pueda alumbrar. Te amo, eternamente, como siempre, desde siempre.
Fran