Annette & Gerard – Boda en Masía Ribas, Gavá, España
Me preguntáis cada semana varias personas que en qué pienso al fotografiar una boda, que qué pasa por mi mente cuando voy a apretar el botón y cómo encuadro y disparo. La verdad es que no pienso, solo siento. Me dejo llevar. En las bodas no soy «fotógrafo», soy persona, soy Fran.
Me empapo de las personas, por eso mi trato con las parejas, las prebodas, etc. Cuando llego a la boda no soy un desconocido ni lo son ellos para mí. Ojalá pudiera compartir más con ellos.
Yo cuento historias, no hago fotos. No soy buen fotógrafo de esos que hacen diez fotones de una boda y entregan pocas más. Lo respeto pero no entiendo eso. Yo entrego muchas fotos medias que van narrando una historia. Sueltas no tienen sentido ni estéticamente son fotos de concurso (ni quiero que lo sean). Pretendo que sean reales, que reflejen la realidad, la historia que acontecía delante mía.
Por ejemplo en la boda de Annete y Gerard, donde su hijo Alex es importante, muy importante. Ese día cuando yo disparaba imaginaba a Annete y Gerard dentro de cuarenta años viendo estas fotos con su hijo Alex (ya grande). Trataba de pensar en qué sentiría Alex cuando se viera. Si recordaría algo, si alguna foto de estas le haría regresar a su mente alguna imagen.
La boda fue en Masía Ribas, en Gavá, Barcelona. Un lugar bellísimo, pero insisto, hay muchos sitios así, solo hay que saber ver. Incluso se puede organizar en pleno campo, si necesitan weddingplanner yo les ayudo porque conozco a gente genial que hace que una boda sea mucho más barata y mucho más espectacular. Y si a eso sumamos organizar todo bien con respecto a la luz y el lugar las fotos saldrán como estas. Aquí la hora y el lugar estaban pensados para eso, si se deja todo al azar no sale así, estoy harto de verlo y es una pena. Pequeños detalles son los que marcan la diferencia.
Algunos piensan que entregar casi dos mil fotos es una barbaridad. Si vosotros fuerais Annette o Gerard ¿borrarías alguna de estas? Seguramente no, ni ninguna de las otras dos mil. Y tampoco las entrego en bruto, sino terminadas, que prácticamente es tal cual salen de la cámara. Pero mi trabajo o lo hago completo o no lo hago. Así tienen las fotos cuando regresan del viaje, sin esperas injustificables!! Ah, y todas en color y sus correspondientes versiones en blanco y negro.
Cuento historias, me empapo de ellas. Lo demás llega solo. Eso sí, no pienso en velocidades, obturaciones o iso, ni lentes ni enfoques… siento. Todo lo técnico está automatizado por mi mente, sabe cómo configurar la cámara en cada ocasión en milésimas de segundo para no perder detalle.
Y siempre la cámara en la mano, en el ojo, dispuesta a que ni un ápice de amor, de ternura, de emoción se escape. Como estos de Alex y sus padres. Espero haber capturado ese amor para siempre. Son solo unas pocas fotos, no sabía qué elegir y dejé muchas fuera.
No escribo esto con el ansia de mostrar lo que yo hago o siento, sino para compartir cómo respeto y amo mi trabajo. Con la esperanza de que la gente que comienza no se lo tome como un juego y quienes ya viven de esto sepan la responsabilidad que tenemos y dejen de pensar en disparar por ganar más dinero o más fama.
El ego y la sensibilidad no se llevan nada bien ya que para ser sensible hay que sentir una profunda empatía por todo lo que te rodea. Mi meta es hacer que alguien que no ha estado en una boda se emocione. Trasmitirle esas emociones que allí flotaban en el aire. Lograr que gente que ni siquiera conoce a la pareja sienta su amor. Espero haberlo logrado de todo corazón. Besos y abrazos miles!!